jueves, 2 de abril de 2015

Juegos y deberes

Las mamás y los papás somos espectadores privilegiados del día a día de la infancia de nuestros hijas e hijos, con su inocencia y sus juegos. Algunas veces en su modo de jugar nos descubrimos nosotros, con un poco de nostalgia por esa capacidad casi perdida. Lucía jugaba hace unos días con las pinzas de la ropa, a través de sus labios hablaban muy bajito entre ellas  y me acordé de mi manera de jugar, la de horas que pasaba sentada con un montón de rotuladores cariocas de muchos colores (la caja de 36), a veces dibujando muñequitas, otras muchas veces dándoles vida con mi imaginación. Y quien dice rotuladores, dice flores, los donpedros que en verano adornaban las noches de la casa de los Yeyos.

Ayer Lucía era una extraña princesa o reina, que se dirigía a mí con un lenguaje solemne. Vestía con unos calcetines de Frozen en las manos y la corona de su disfraz de Bella puesta al revés en la cabeza (de hecho, tenía una "piedra preciosa" oscilando sobre sus ojos). Para poder seguir con mis tareas de la casa y a la vez participar un poco de su juego, me metí en el papel y le contaba que iba a guardar unas cosas en la torre del palacio o que iba a recoger del tendedero la ropa mágica. Ella me perseguía explicándome cuál era su arma para "matar malos" (sí, ella es así, una princesa guerrera y teńía incluso encerrado en el armario a un hombre malo que había capturado), un micrófono que a la vez era una varita mágica que te podía convertir en rana. En su palacio tenía a unos cuantos bebés (nunca faltan los bebés, los hijos) durmiendo en sus cunitas, bien tapados hasta arriba. Nuestra Lira Lira se adaptaba bien al juego ; como normalmente, seguía con su labor incansable de destrucción y desorden y   de vez en cuando cogía a algunos de los hijitos o hijitas de Lucía y les daba paseos en el carrito. 
A la hora de recoger el cuarto, no fue nada perezosa, porque no recogía el cuarto, sino su palacio y lo dejó hecho un primor.

 
 Zapatillas de casa y zapatos de princesa perfectamente ordenados.

Un juego me tengo que inventar para que haga concentrada y conforme los deberes del cole. Todos los viernes trae del cole unas fichitas para hacer, repasar su nombre escrito con puntitos y ahora también los números. Cuesta que se ponga, porque, como es normal siempre está haciendo algo mejor y si se pone lo hace fullerillo para acabar pronto. Muchos de sus compis llevan las fichitas ya hechas el lunes, nosotras ni las hemos empezado normalmente el fin de semana y casi siempre las entregamos el jueves siguiente (ya se sabe que en casa del herrero...). Pero no me preocupa, evidentemente. Me parece un poco excesivo mandar ya deberes a una niña tan pequeña, en infantil de tres años; que los de Secundaria nos quejamos algunas veces de que del cole vienen sin hábitos de estudio y trabajo, pero no creo que haya que empezar tan pronto. Pero para que no se diga que yo he fomentado la rebeldía ante los deberes y me arrepienta luego en la adolescencia, lo integraré en un juego al que ella normalmente juega, el de trabajar en el instituto. Nos pondremos las dos un ratito al día a jugar a trabajar y así seguro que los hace con más ganas. O la dejaré que los haga absolutamente a su manera, que algunas veces olvido que es pequeña y que lo importante es jugar y la agobio para que los haga y los haga correctamente.
No llevo muy bien esto de los deberes, ya veis que me muevo en una bipolaridad que no me gusta. 
Lucía escribe en su agenda, pero  con su escritura luciforme o traza un mapa para llegar a casa de los papus o escribe notas musicales que luego nos interpreta. Todo ello es más maravilloso que seguir las líneas de puntitos, yo sé que su maestra también está de acuerdo conmigo seguro.

 Escritura luciforme.

 Mapa para llegar a casa de los papus.



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