martes, 25 de febrero de 2014

El huerto de la Yeya

Hoy en el huerto de la Yeya se mezclaban mis recuerdos llenos de nostalgia con la satisfacción de ver cómo Tosía se entretenía recolectando flores, transportando hierbas arrancadas, pisando a veces, y otras esquivando, los surcos que papá y el tito levantaban. Mi plan de darle vida al huerto de mi abuela se hace realidad gracias a que papá piofaurio ha aceptado con mucho entusiasmo el reto de cultivar nuestras propias verduras. Tanto entusiasmo que hoy él y mi hermano han dejado ya la tierra lista para sembrar mañana. 
Ninguno sabemos mucho de horticultura. Bueno, mi hermano Manolo tiene más idea, ayudó más a mi abuela a trabajar el huerto y estaba más atento de pequeño que yo. Nos recuerdo entre las plantas de habas, como dentro de una selva, ayudando a mi abuelo a recogerlas; me recuerdo extrayendo de la tierra una mini zanahoria o arrancando de su matita una mini fresa; recuerdo a mi abuelo, mi Yeyo, regando con la manguera amarilla al caer la tarde; y recuerdo las hogueras que hacían en la calle para quemar las malas hierbas y a nosotros alrededor jugando. Todo esto me encantaba. Aprendí a querer mucho el huerto de la Yeya, pero no a trabajarlo, la verdad.
Hoy volvía a haber una niña disfrutando por allí y ese es el objetivo principal que me ha movido a proponer esto. Que Tosía, la primita Inma y la peque pasen más tiempo al aire libre, en contacto con la naturaleza,que aprendan, que nos ayuden a recoger lo sembrado, que hagan volar su imaginación...Como yo cuando pasaba horas y horas jugando con los don Pedros o las hormigas. 







viernes, 14 de febrero de 2014

Zzzzzzzzzzz

La peque lleva un tiempo con la buenísima costumbre de dormirse sobre las nueve o diez (incluso un poco antes) y dormir del tirón hasta las cinco de la mañana o así. Maravilloso. La última toma, o las últimas tomas, del día se la doy en la habitación, con muy poquita luz y, a ser posible, sin ruido. Tosía a veces interrumpe, pero normalmente está con su padre cenando o preparándose para ello. La peque va comiendo y comiendo y relajándose hasta que se queda dormida profundamente. Qué alegría. Sé por experiencia que no debo echar las campanas al vuelo, porque en el sueño de los bebés a veces hay rachas y de pronto puede cambiar de costumbre. De todas formas, hasta ahora, Tictoria ha dado exactamente cuatro noches malas solo y coinciden con sus primeros días y con uno de los días en los que tuvo bronquiolitis, angelito. Antes se levantaba dos veces para mamar y la mayoría de las veces me tumbaba con ella, por lo que yo descansaba. Ahora, como he dicho, solo se levanta una vez antes de que, a las siete y media, suene el despertador.
Tengo muy mala memoria, pero creo que con Tosía las noches los primeros meses no fueron tan plácidas. Yo no tenía experiencia ni amamantando en particular, ni con bebés en general y ella era una bebé más movida que su hermana, la cuna era una cuna-pincho. Luego vino un tiempo en el que durmió muy bien, coincidiendo con el verano (bendito verano) y, a continuación, el peor curso de nuestras vidas en cuanto a sueño. Comenzó en la guarde, pequeñita, con siete meses, estaba casi siempre malilla, porque se aficionó a coger todos los virus y bacterias y seguía necesitando mucha teta, que si no tenía por las mañanas, pues por las noches (pensaría ella). Practicamos el colecho por narices, para dormir aunque fuera un poco. Pero con mi piofaurio el colecho era difícil, mucho movimiento, muchas patadas, sobre todo al papá. Se le daba especialmente bien la H infernal (podéis verla en la ilustración), siempre con las piernas hacia papá.


De nuevo llegó el verano y la solución: fuera guarde, fuera resfriados y virus atroces, cambio de la cuna a la cama y Tosía durmiendo del tirón. Otras malas noches han venido, siempre por toses y mocos y siempre le ha costado, y aún todavía un poco, conciliar el sueño; pero vaya, es gloria comparado con ese curso en que me iba al instituto a veces habiendo dormido dos, tres, cuatro horas.
En algunos de esos momentos de poco dormir o de dificultad para dormirla, papá piofaurio insinuó el método Stivill, porque le habían hablado de él como mano de santo. Yo también había oído hablar de él, bien y mal. Aún no conocía los efectos adversos que algunos expertos en la materia le atribuyen, cuando a mí ya no me hacía nada de gracia. Además, no iba a poder hacerlo. Hay una escena sobre esto de la serie Modern Family, y que no consigo encontrar, que ilustra lo que yo sentiría muy bien. Puedo dejar llorar a mi hija porque se encapriche por algo o porque tenga una rabieta y no haya más solución que que se vaya calmando poco a poco. Pero dejarla con nueve meses, por ejemplo, llorar y llorar por la noche, no poder ni tocarla, asomarme a la habitación y decirle: " es por tu bien..." y largarme...Pues no. Siempre, equivocadamente o no, la he dormido o con la teta, o con un cuento, o cantando, o un remix de esas tres cosas. Intentando mejorar cada día la rutina, el ambiente tranquilo y que dependa menos de nosotros para dormir. El único libro sobre los niños y el sueño que he leído es Dormir sin lágrimas de Rosa Jové, que no ofrece ninguna fórmula milagrosa, que es en realidad lo que buscamos los padres, pero del que me quedé con algunas ideas que yo ya intuía, como que los niños "malos" para dormir no tienen ningún trastorno en principio ni ningún problema grave por el que haya que aplicar un ḿétodo drástico y que los niños tienen un ritmo de sueño con unas pautas diferente a los adultos y algunos llegan a dormir del tirón antes y otros después. Así que paciencia. Dicho todo esto, debo confesar que a veces le llegué a decir a Lucía que no solo iba a aplicar el método Stivill sino que traería a Stivill en persona a que la durmiera.Comprendo a los que lo aplican desesperados.
Recemos porque la peque no salga a mí, que no dormí del tirón hasta los cuatro años. Mi madre aún me la guarda y sonríe maliciosa pensando en una posible venganza.

martes, 11 de febrero de 2014

El gato que está triste y azul

El día antes de la fiesta de cumpleaños de Tosía, decorando el salón de arriba de casa de los abuelos, Tosía, la primita Inma y yo escuchábamos los grandes éxitos de Roberto Carlos. En una de las pausas de recortar corazones de colores que tuve que hacer para atender a Tictoria, las niñas, cuya capacidad de aburrirse a veces en medio segundo de inactividad es espectacular, le  pidieron a su papu que les pusiera música. Y el papu puso este disco, según él lo único que había (sí, claaarooo). Las niñas tan contentas. Y yo  estaba tan cansada que me daba igual. Me embarco en lo de la decoración por hacer algo con las niñas, a las que llega un momento que doy libertad absoluta: "pegad los corazones donde os salga del alma". Y ellas gritando como locas " ¡¡blu tack, blu tack!!" que es el adhesivo que utilizamos. Mi sobrina pronunciándolo mejor que yo o que cualquiera de vosotros, aunque el inglés sea vuestra lengua materna. Total, que la decoración siempre es cutre ( no solo por las niñas, si la hiciera yo sola también lo sería), pero ellas lo pasan en grande. Inmita me lo recordó este año por si acaso; si hay una tradición que compartes con ella o le has hecho una promesa, nunca olvida, como los Corleone.
La canción que más me gustó escuchar fue la que aquí os dejo. La del gato. Y es que yo soy muy peliculera y muy romántica. Lo cierto es que la bailé un poco con Tictoria para engatusarla, soltarla otro ratillo en el maxicosi y seguir recortando corazones.







lunes, 3 de febrero de 2014

Tres añitos

Mi piofaurio preciosa ha cumplido hoy tres añitos. Qué felicidad. Es difícil explicar con palabras esta mezcla de orgullo, de alegría y de asombro que llevo sintiendo todo el día. La recién nacida de ojos muy abiertos, a la que pedí perdón por haber pensado que era fea al verla en la ecografía cuatro D, es ahora mi niña mayor, una hermana maternal y tierna.
Gran responsabilidad tienen los papás piofaurios, porque seguirá creciendo asida a nuestras manos y deberemos guiarla, enseñarla a manejar su genio, a controlar sus caprichos, ayudarla a descubrir el mundo, transmitirle valores y tantas cosas más. Qué miedo.
Es un privilegio disfrutar de ella, ver el mundo a través de sus curiosos ojos azules y reírse con sus ocurrencias. 
Ella también nos enseña: "Mamaaa, no se canta así, se canta con "pirófono" (micrófono)". Defiende a su hermanita: "Mamaaa, la hermana no está "colilla" (loquilla)". 
Es una persona muy diferente en carácter a los papás piofaurios. Es menos tímida, más nerviosilla... Ama los cumpleaños felices, cuando yo soy famosa en mi familia por llorar cada vez que entonaban la canción. Presumiblemente no tendrá miedo a volar, y yo tengo verdadera fobia. El otro día llenó una de sus mochilas de cosas (una que tiene ruedas como un maleta) y nos contó que se iba en avión. Nos íbamos los cuatro: mamá, papá, Tosía y la hermana. Mi madre le preguntó que dónde íbamos y dijo que al cielo. Y al insistirle sobre el lugar de destino repetía: "al cielo". Madre mía que ese avión no iba a tomar tierra. Me debió notar el pavor que me daba la idea porque se me acercó para decirme: "Mamaaaa, no tengas miedo". 
Miedo solo a que este mundo sea difícil, complicado, caótico o injusto para ti, para tu hermana. Miedo a no hacer lo suficiente para que seas feliz.
Y miedo a volar en avión siempre.