miércoles, 23 de julio de 2014

Verano

Lucía va contándole a todo el mundo, con carita de pena, cómo nuestro coche, camino de casa de la abuelita Lola, comenzó a hacer un ruido muy raro, como un helicóptero (tatatatata), y está roto. Como consecuencia su papá ha estado  triste y hemos tenido que comprar un motor nuevo. Una pasta y nuestro medio de transporte para escaparnos alguna semanilla por ahí jodido. 
Pero eso no nos impide disfrutar del veranito, que es muy majo siempre. 
Algunas mañanas vamos a la playa, cargados como mulas. Poco a poco vamos perfeccionando el arte de prepararlo todo, el arte de llegar a la playa y colocarse y el arte de recoger todo, volver y prepararse para comer ya sin salitre y arena. La playa también va cada vez mejor, el agua menos helada, menos viento.. Aunque más gente, eso sí. 
Al menos dos veces por semanas, tenemos que ir a regar nuestro huerto, donde recibo ataques virulentos de mosquitos. Solo me atacan a mí, casi mejor, porque son feroces. Mi padre dice que son "mosquitos tigre". Pero, embadurnada de autan u otro repelente, es un placer regar al caer la tarde, me inundo de nuevo de recuerdos "decuandoerachica" y recolectamos unas cebollas que están buenísimas y les damos ánimos a nuestros tomates y pimientos a los que les está costando un poquillo crecer.



Hacemos planes a la fresquita con nuestras amigas, que a lo mejor terminan por no invitarme si sigo llevándome a toda la trupe y añado también a la primita Inma, por si fuéramos ya pocos. Es broma, si encima me las cuidan mejor que "na". Siempre se intenta que el lugar sea apropiado para niñas que no paran y ya está. Y si la peque se hace caca más fuera del pañal que dentro, para eso estamos los papás.
Quedamos también con los compis de Lucía, y sus madres, en el parque, en la piscina... 
 Las noches están siendo un poco movidas, porque la peque, que antaño dormía del tirón, ahora se desvela mil veces, ya sea por el calor (es super calurosa) o por los dientes (ya tiene tres), o porque la cuna se le queda pequeña y acaba dando patadas a los barrotes, o porque sí, que ya se sabe que los bebés pasan por distintas rachas en su patrón de sueño. En cuanto se despierta la primera vez en la madrugada, la paso con nosotros a la cama y le doy el pecho. Y le doy el pecho todas las veces que se despierta y yo duermo así, un poco doblada, por lo que mi espalda se va resintiendo. Papá piofaurio, que siempre ha alabado las virtudes de la enana, empieza ya a criticarla, porque, igual que hiciera Lucía, le pega patadas en las costillas a las cinco o a las seis de la mañana. Ya no le cae tan bien. 


Desgraciadamente, este está siendo el verano en el que no nos quitamos el pellizco en el estómago y la indignación crece con cada bombardeo de Israel en la franja de Gaza, mientras que la comunidad internacional no hace nada, ni siquiera se pronuncia. El ejército más moderno del mundo (vaya orgullo) contra una población civil, que se arremolina en sus casa sabiendo que en cualquier momento pueden volar por los aires. Qué desastre y qué pena de mundo este. El pellizco crece más y más al escuchar, por ejemplo, como mueren familias enteras, con sus niños (hermanos, primitos) y sus bebés. Uno de ocho meses, escuché ayer. Casi como mi Vistoria. La impotencia también es muy grande, qué puede hacer uno. Va circulando por las redes sociales esta página, y en ella un listado de productos a los que se puede hacer boicot no comprándolos, porque provienen de Israel o porque se trata de multinacionales de alguna manera aliadas de ese gobierno. Que tiene dinero y poder, y por eso puede asesinar.

jueves, 10 de julio de 2014

Una noche de San Juan

Esta noche de San Juan no iba a mojarme los pies en la playa al dar las doce, ni iba a acercarme a una hoguera con un papel lleno de lo que quisiera desterrar de mi vida para quemarlo, ni iba a contemplar fuegos artificiales. 


Hubo un tiempo lejano (ya voy tirando a viejuna) en el que el motivo de quedarme en casa en esa noche no eran las obligaciones familiares, sino los exámenes finales durante la carrera, o las oposiciones. Esta pasada noche de San Juan me visitó el recuerdo de una de esas noches encerrada en casa, en la casa de mis padres. Un poco antes de las doce, mi Yeya me acompañó a la terraza, para ver de lejos los fuegos artificiales. De pronto, se inventó un rito para las dos y, con todas las luces apagadas, encendimos unas velas que apoyamos en la balaustrada de la terraza. Va a ser que esa noche es de verdad mágica, porque si cierro los ojos, puedo notar el aire fresco y la felicidad que sentía, aunque no estaba de fiesta y tenía un examen al día siguiente.

sábado, 5 de julio de 2014

La guarde



Lucía, como niña que es, aún no tiene conciencia del paso del tiempo, ni siquiera controla las mediciones temporales. Así puede proclamar: "Anoche yo voy a la playa con Tito Paco" o cosas así. Por eso, su último día de guarde solo fue diferente porque llevamos unos regalos a sus seños Toñi y Mari Gracia y algún detalle más para las demás (regalitos hechos a mano por Lomita Dessins), y al salir me contó que su gran amiga María le dijo adiós. Ni pena, ni nostalgia, ni nada. Todo eso lo sentía yo por ella. Porque una sí sabe que ya no va a compartir más mañanas con María, porque van a distindo cole, ni con su Toñi "mi Toñi", ni haremos el camino que tantísimas mañanas hemos recorrido, ni...También sé, por supuesto, que no pasa nada, que la vida es así, vamos quemando etapas y si han sido buenas, de qué quejarnos, mejor que mejor, más recuerdos agradables. Todos los finales de curso suelo pasarme un buen rato del último claustro llorando por los compañeros que se van del centro, porque normalmente siempre se va gente especial para una, con los que tenías afinidad, has trabajado codo con codo, te has divertido... Si lo pienso, pasan por mi vida muchas personas valiosas, un punto a favor más para mi profesión. Pero la llantina correspondiente no me la quita nadie. 

Lucía comenzó en la guardería muy pequeñita, en un septiembre en el que inauguraba sus siete meses. Ahora, al ver las fotos de sus primeros días y, sobre todo, al vivir los siete meses de la hermana, me doy más cuenta de ello. No me planteé mucho el debate guardería sí o no, porque las dos abuelas trabajan, la guardería del papu prefiero usarla para los días en que estén malillas y no tenemos familia en la localidad donde vivimos. Si una de esas variantes hubiera sido diferente, pues seguramente el primer año nos hubiéramos ahorrado la guardería y sus miles de virus variados e insistentes, que hicieron que Lucía solo asistiera semanas completas ya al final de curso. Es durillo el primer curso. Prometen que se inmunizará, y es cierto, pero por el camino, demasiados mocos, tos, virus gastrointestinales que a ella casi no le afectaban y nos tenían a los demás dos días medio muriéndonos, llaguitas en la boca, en fin. El primer día la llevó su papá, porque siempre tengo mi examen de septiembre el primer día temprano, y comentó que no la llevaba más de la pena que le dio. Cuesta mucho trabajo, es decir, la dejas, sin más, no vas a montar ningún numerito, pero se te coge un nudo en el estómago considerable. Lucía no lloraba, casi nunca lo ha hecho (lo cual ayuda), pero porque era tan pequeña que creo que no era consciente. Vuelta a lo mismo: una que sí que era consciente, que la veía con su carita muy seria (eso sí), sentadita en su carro, sin saber dónde estaba, por lo que lloraba como una magdalena camino al instituto. En unos días ya no lloré, pero el nudo lo he tenido al menos dos cursos a la hora de dejarla. Ya este año no, las dos éramos muy veteranas. Nunca ha dado mucho problema en la guarde: ha comido muy bien, se ha portado muy bien, "es una campeona", me han dicho siempre. Bueno, también nos han comentado, que es "muy gobernosa" y que tiene mucho genio lo cual es cierto cien por cien. Ese curso, alguna vez lo he comentado, fue duro por las noches, ya que se juntaba el malestar por estar siempre malilla y el tener muchas ganas de mami y de teta en la madrugada. Con lo cual, la llegada del verano, de dormir en su cama, de ya respirar bien, supuso un gran alivio. Al final de curso tuvo un brote de agresividad enana. Le daba por gritar "no" (bueno, eso le ha durado hasta hace poco, je, je) moviendo los dedos o la cabeza que daba miedo, y pegaba. Nosotros lo hacíamos a veces fatal, lo reconozco, porque nos costaba aguantar la risa, sobre todo las primeras veces, porque era un moco autoritario. Pero pronto comenzamos a regañarle y a sentarla en el sofá cuando lo hacía y se le pasó. No creo que se le pasara por eso, sino porque son rachas. Ni que fuera solo influencia de la camorra de la guarde, que dejaba a veces un mordisco señalado en su bracito. Ese primer curso de la guarde terminó con la fiesta fin de curso, de la que ya relaté la gran actuación. Pasó de ser una bebé bebé, a una bebé caminante, comiendo prácticamente de todo y mostrando su personalidad al mundo entero. 

Durante el segundo curso disminuyeron considerablemente las enfermedades. Pasamos de la clase de los bebés a la clase de un año, a tener material para hacer fichas, y boletín de notas al finalizar los trimestres. Las seños me contaban que despertaba a los bebés que intentaban dormir después de comer, cuando los juntaban a todos en un mismo aula, porque los mecía y cantaba. La eligieron angelito de la fiesta de Navidad, lo cual me puso extrañamente orgullosa. Pero, desgraciadamente, otra vez se trunco su carrera artística, ya que justo ese día estaba muy malita, con mucha fiebre. La llevé un ratito por no dejar el belén sin una de sus figuras, pero mi suegra, que estaba por aquí pasando unos días, la recogió pronto. Además de esto, ella no se quería poner el traje, recordemos que estaba con su rebeldía en uno de sus puntos más altos. Al acabar el segundo curso, me propusieron quitarle el pañal. Habíamos estado en una charla,organizada por la misma escuela infantil una tarde, sobre el control de esfínteres. Por cierto, que esa fue la primera vez que descubrimos que tenía una amiga muy amiga, María, porque las dos, al verse aquella tarde, se fundieron en un tierno abrazo. Nosotros pensábamos empezar a quitarle el pañal en verano, cuando estuviéramos menos estresados que a finales de junio, pero pensamos que las seños con su experiencia nos serían de ayuda. Así fue. Durante una semana le tenía que llevar tres mudas a la guarde y las usaba todas y fue un poco durillo, pero a la siguiente semana ya controlaba. Esta aventura del control de esfínteres da para una entrada independiente, un poco escatológica, eso sí.

Y llegó este tercer curso, tan diferente. Lucía lo finaliza totalmente transformada. Al menos esa es la impresión que yo tengo. Ha sido el curso de entrar un poquito más tarde, porque mamá no ha trabajado fuera de casa, de ir a la guarde mostrando orgullosa a su hermanita, de avanzar tremendamente en el lenguaje, de hacerse completamente una niña, sin nada de bebé. Lucía nace en los primeros días de febrero, con lo cual es de las mayorcitas, hecho que se nota muchísimo. En este curso ha nombrado a más amiguitos, los ha invitado a su cumple, ella ha sido invitada y ahí estoy yo, de mamá, interactuando con otras madres, gracias a las nuevas tecnologías. Esa evolución en el lenguaje consigue que al salir de la guarde nos haya contado muchas cosas: que Alejandro le había pegado, que los niños le quitaban las coletas, que fulanita se había portado mal, que ella había llorado, que (me preocuparía si no supiera que le llama sopa a cualquier plato de cuchara) todos los días ha comido sopa, que en su guarde hay una clase de bebés como Vistoria, pero no tan guapos, etc. He comprobado el cariño que le tiene a sus seños, sobre todo a Toñi, a la que denomina "mi Toñi"; pero también a todas las demas. A dos de ellas nos las encontramos en el supermercado y es indescriptible la carilla que puso al verlas, y la sorpresa. Pensaba que venían a comprar aspitos (por lo visto tienen un arsenal) y, al verlas marchar, estaba segura de que iban hacia la guarde, no las ubica fuera de allí. Este curso ha participado también de muchas actividades y de sus primeras excursiones y salidas. La primera excursión, con su autobús y todo (que para ella fue lo más destacado) fue al parque de bomberos. Allí la dejé en la guarde con su mochilita, su gorrita, su botellita de agua. Ay., qué tontonas nos ponemos las madre. Otro día fueron a hacer yoga. Venía un poco mosqueada, porque no le salía la postura del árbol. Qué personajillo. 

Por lo tanto, esta etapa está superada y se coge el pellizquito, qué rápido crecen, es verdad, por eternas que te hayan parecido a veces algunas situaciones.

La siguiente etapa, igual me debería dar miedo, el cole grande, y ella de vuelta a ser la más pequeña. Pero no, no me da miedo. Creo que se va a portar muy bien, se va a divertir, va a hacer nuevos amigos y nuevas amigas rápido. Querrá mucho también a sus maestras o maestros y, lo mejor, nos seguirá contando su día a día, destacando siempre lo que ella le dé la gana y con esa manera tan graciosa de relatar su vida que tiene. ¿Tendremos pellizco en el estómago al dejarla los primeros días? Seguro.

Foto: La entrada de la guarde. Sacada de la web: www.alhaurinelgrande.net