Mamá piofaurio ha abrigado mucho a Tosía para ir a la guarde porque leyó en el tiempo que haría menos grados que los días anteriores, pero luego al salir ha comprobado que hacía calor. La seño iba en mangas cortas, prueba científica irrefutable de su error garrafal.
En la entrada de casa hay dos bolsas gigantes con los nórdicos para llevar a la tintorería, dos cajas de cartón, que contenían ropa que ha sido reubicada, para tirar en el contenedor azul y el patín que se enganchaba al carrito de la peque y donde se subía Tosía y que un día se desarmó y lo tuve que llevar en la mano, mientras empujaba el carrito, controlaba a Tosía y sujetaba el plástico para que no se mojara Vistoria, porque hacía viento y chispeaba; perdió una rueda y quedó inservible. Quizá mamá piofaurio espera que ellos mismos se dirigan hacia su destino.
Le ha puesto a la peque unos calcetines amarillos que se le caen, una chaqueta rosa que siempre está arrugada y el carrito es azul: no va conjuntada y eso en el pueblo donde vive seguro que está muy mal visto. Además no encuentra una colchita celeste que se le pone al asiento del carro y así está más suavecito y más bonito. No sabe dónde está.
Esta mañana quería empezar a limpiar algo de la cocina a fondo, pero se da cuenta de que no le dará tiempo, se conoce. Tiene que preparar algo de comer, cambiar las sábanas, poner una lavadora de Vistoria, es decir que tiene que frotar manchitas de caca por doquier, recoger la cocina y atender a su bebé, angelito. Recogerá también a Tosía que ya le ha dejado claro que prefería que la recogiera su papá, al ver el mar humor que gastaba su madre cuando la ha despertado.
Le tiene puesta la sombrilla al carrito de la peque, pero no sabe colocarla u orientarla de manera que a la peque no le deslumbre el sol, que eso es malísimo. Tampoco se apaña con el fular elástico que se compró, cuando la peque era pequeña, con toda su ilusión por portear. Es torpe para hacer los nudos y calurosa hasta el punto de que ayer casi se deshidrata en el Hipermercado transportando a su gordita que era la única que parecía contenta con la situación y sonreía a los extraños buscando arrumacos.
Todas las habitaciones de su casa están desordenadas. Mamá piofaurio es desordenada, pero no quiere serlo, ni que sus niñas lo sean. Y lucha y sufre. Papa piofaurio es feliz en el desorden, le importa un pimiento. Es un piofaurio inteligente, guapo y tranquilo, pero también tiene sus defectos, como todos.
Asi miles de penurias domésticas y cotidianas que abruman a mamá piofaurio. Un dramón en toda regla.
Va a seguir el consejo de la abuela piofaurio (que es sabia y encima ordenada) e irá haciendo lo que pueda, una cosa tras otra sin preocuparse por la siguiente y a su ritmo, que si es lento, pues es el suyo.
Para acompañar su estado de ánimo, esta canción es lo suyo, que desde pequeña le dio mucha lástima. A quién no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario