Hoy en el huerto de la Yeya se mezclaban mis recuerdos llenos de nostalgia con la satisfacción de ver cómo Tosía se entretenía recolectando flores, transportando hierbas arrancadas, pisando a veces, y otras esquivando, los surcos que papá y el tito levantaban. Mi plan de darle vida al huerto de mi abuela se hace realidad gracias a que papá piofaurio ha aceptado con mucho entusiasmo el reto de cultivar nuestras propias verduras. Tanto entusiasmo que hoy él y mi hermano han dejado ya la tierra lista para sembrar mañana.
Ninguno sabemos mucho de horticultura. Bueno, mi hermano Manolo tiene más idea, ayudó más a mi abuela a trabajar el huerto y estaba más atento de pequeño que yo. Nos recuerdo entre las plantas de habas, como dentro de una selva, ayudando a mi abuelo a recogerlas; me recuerdo extrayendo de la tierra una mini zanahoria o arrancando de su matita una mini fresa; recuerdo a mi abuelo, mi Yeyo, regando con la manguera amarilla al caer la tarde; y recuerdo las hogueras que hacían en la calle para quemar las malas hierbas y a nosotros alrededor jugando. Todo esto me encantaba. Aprendí a querer mucho el huerto de la Yeya, pero no a trabajarlo, la verdad.
Hoy volvía a haber una niña disfrutando por allí y ese es el objetivo principal que me ha movido a proponer esto. Que Tosía, la primita Inma y la peque pasen más tiempo al aire libre, en contacto con la naturaleza,que aprendan, que nos ayuden a recoger lo sembrado, que hagan volar su imaginación...Como yo cuando pasaba horas y horas jugando con los don Pedros o las hormigas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario