viernes, 21 de octubre de 2016

Momentos

Quizá el secreto es ese. Fijarse en los momentos inolvidables que incluso el día a día te puede dar. No hace falta a veces hacer cosas extraordinarias. Lo que pasa es que lo normal es que el agobio, el cansancio ganen la partida y solo se vea lo que no se ha hecho, lo que queda por conseguir, lo largo que es el día, nuestros fallos...

Me encantaría no olvidar cuando por la mañana caminamos hacia el cole las tres cogidas de la mano. Tengo que tirar un poco de Victoria que va muy despacito, por miedo a que se haga tarde. El fresquito de la mañana, el sentirlas tan pequeñas y tan apoyadas en mí, el que Lucía me vaya contando sus historias es tan grande...O así lo siento yo. 

Cuando dejamos a Lucía en su fila (por cierto, que ha habido días en que no ha sido fácil), Victoria está loca por subir a su clase, a la de la seño Mariángeles. Quién me lo diría a mí con los cuatro primeros días de llantos desgarrados. Sube las escaleras con dificultades aún y además va mirando para atrás buscando a su amiga Carmen. Luego le doy un beso antes de entrar y ahí va tan contenta para su sitio. Supongo que desde fuera se ve una secuencia obvia y normal, para mí es algo genial. 

Si no me diera vergüenza de lo que puedan pensar las monitoras y los otros padre y madres, haría un vídeo de cuando las recojo del comedor y vienen las dos desde el fondo del patio. A veces cogidas de la mano. Otras veces andando una delante de otra, Victoria normalmente la primera, saludándome súpercontenta agitando el bracito y sonriendo mientras trota. Se las ve tan pequeñas...  (Podría contar que luego suele haber una guerra porque quiere que la transporte en brazos "ambasos" y yo, literalmente, no puedo y vamos dando el cante por todo el camino. Pero no, que esta noche estoy tierna y positiva).

Así que me despido con mi clase de pilates de ayer: la profe, Lucía y yo. Lucía, después de intentar entretenerse con mi móvil y con sus juguetes, se animó a hacer los ejercicios y la relajación final. Se puso delante de mí para verse bien en el espejo y ahí estaba toda concentrada. Para comérsela. Ahora dice que quiere venir todos los días conmigo a esa clase. La verdad es que voy poquísimo (pero poquísimo), pero cuando puedo ir me alegro. Además la profe se despide diciéndonos que somos seres de luz, de paz, de paciencia, de amor... Y yo siempre pienso: "ojalá".

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