martes, 17 de junio de 2014

Lo más difícil

Antes de que naciera Lucía pensaba que lo más difícil iba a ser simplemente cogerla en brazos o vestirla (y ensayé vistiendo a un muñeco, sí). Tenía miedo de ser demasiado torpe para saber hacerlo. Sin ser la madre más habilidosa, me quedo de las últimas en ese ranking, lo hice desde el primer segundo; no queda otra opción.
Lo más difícil se descubre poco a poco, cuando compruebas de golpe la responsabilidad tan grande, el amor que desborda, el sufrimiento que implica. Un día, más adelante, pronto en el caso de Lucía, descubres que esa persona que depende de ti, que es tu responsabilidad, no es una réplica tuya en pequeñita, que tiene su propio carácter, que dice que no con todas sus ganas y que se comporta mal en una rebeldía que resulta muy precoz. Llega entonces la inseguridad y el miedo. 
Sé cómo no quiero educar, con violencia. Porque me dan ganas de llorar o me tambaleo por dentro si veo situaciones violentas y si yo participo de ellas (no soy ninguna santa) tardo en recuperarme. Si la violencia es hacia un niño, pues peor. Complicado a veces dominar mi genio, también con lo que más amo en este mundo. Pero me siento vencedora si lo consigo, aunque mi hija no sea la más obediente del mundo. Siento que pierdo si me he pasado con mi niña alguna vez o si me pongo hecha un basilisco con mis alumnos, porque no consigo mucho, solo dolor de cabeza y conciencia de que no he dominado la situación. En eso tengo que cambiar, porque en clase me parece que grito demasiado.
Temo ser demasiado indulgente y que mis niñas se me vayan de las manos. He escuchado muy a menudo la sentencia del orientador sobre alumnos o alumnas muy conflictivos: "no le han puesto límites". ¡¡Dios!! ¿Y cómo narices se ponen límites? ¿Lo estaré haciendo bien? Me tranquilizo al leer que poner límites es guiar al niño, indicarle lo que está bien o está mal, lo que es peligroso, lo que es ofensivo para los demás. Vale, creo que eso lo hago. Pero no es tan sencillo... Hay que ser consecuentes, firmes sin dejar de mostrar que los queremos, no contradecirnos... 
Si alguna gente de mi alrededor ha dudado de mi capacidad para educar con firmeza, para imponer disciplina, no los culpo, ya que yo lo hago continuamente. Además, si alguna situación difícil se da en público: una rabieta, un desplante, me suelo paralizar, no pienso con mucha claridad. 
Papá piofaurio y yo a veces formamos un tándem perfecto y el día en que él tiene la paciencia a menos cero, yo soy la poli buena, y viceversa. No pensamos exactamente igual, pero acordamos unas normas y unos comportamientos inaceptables, de esos para sentarse un ratito a reflexionar. Con nuestra cani demasiadas veces nos miramos y decimos: ¡¡ay, qué adolescencia nos espera!!. Pero a veces también miro más allá de esas aguas turbulentas y veo en Lucía (Vistoria es aún demasiado bebé) una gran persona, independiente, lista, valiente, divertida, porque ya es un poco así. Me imagino repleta de orgullo al verla feliz. Comprendo lo que se han podido alegrar mis padres con mis logros y los de mis hermanos, sobre todo eso, si nos ven felices.
Así que habrá que confiar un poco en una misma (y en los millones de libros que pienso leer y en los millones de mensaje que enviaré a mi madre si me encuentro perdida). Confiar en que no lo estamos haciendo mal, en que gran parte de la educación se hace a través del ejemplo y nosotros somos buena gente y nos rodea buena gente. Confiar en que la mejor manera de "fabricar" personas buenas es hacerlas felices. Conseguir que se quieran mucho a sí mismas, para que no tengan que odiar a nadie. Confiar en el padre de las criaturas, en su templaza y sentido común.
Pero igualmente perseverar, tener muuucha paciencia, no bajar la guardia ni rendirse, aprender cada día, confiar pero no confiarse, perdonar nuestros errores, etc.
 
Esto es lo difícil para mí, esta tremenda responsabilidad que a veces ahoga. Me gustaría estar segura de mi estilo educativo, ya sea de una vertiente o de otra, pero me temo que, como en el vestir, no tengo un estilo muy concreto.

Para terminar, dos citas que me gustaron y copié y pegué un día:

Los niños necesitan más modelos a seguir y menos críticas” –Joubert-  

"Los niños son esos mimos naturales que actúan como sus padres a pesar de todos nuestros esfuerzos por enseñarles buenos modales"





1 comentario:

  1. "Conseguir que se quieran mucho a sí mismas" dices tú, para que sean personas independientes, seguras de sí mismas, para que se quieran y puedan dar todo el amor, para que no necesiten de la aprobación de otros a la hora de decidirse, para que sean responsables; y que se quieran para confiar en sí mismas y madurar cuando lo tengan que hacer. No soy madre pero entiendo que también para hacer que una hija o un hijo se quieran mucho a ellos mismos es necesario demostrarles mucho amor. Llenarlos de amor. Quizás no hagan falta tener un estilo o vertientes concretos de educación. Me parece que en el texto que has escrito se encuentra todo lo necesario para educar sanamente a un hijo..."poner límites para guiarlos" y que sepan que alguien los protege, "hay que ser consecuentes, firmes sin dejar de mostrar que los queremos, no contradecirnos", "educar sin violencia", "perseverar, tener muuucha paciencia, no bajar la guardia ni rendirse, aprender cada día". Tienes todas las herramientas y sabes perfectamente cómo hacerlo. Simplemente confía. Confía en tí y en tu sabiduría como mujer y como madre.

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