jueves, 26 de junio de 2014

La excusa perfecta

Hay mamás que están deseando tener un bebé, si es niña mejor, para ponerle ropita monísima y miles de accesorios. Yo no (exceptuando las felpas). Para mí es un coñazo (perdón por la expresión) el decidir qué ponerle a una bebé. De hecho, de pequeñísimas solo les pondría bodies y pijamas, porque muchas veces la ropa de bebés no es nada cómoda y porque yo no tengo arte para vestir, peinar y adornar niñas. Para estas mamás que sí tienen este arte, es una excusa perfecta para hacer minipases de modelos y jugar a las muñecas.

Ser mamá para mí es también una excusa perfecta para otras cosas:

Si voy a la playa a no leer, a no estar tranquila bajo el sol, a tener una teta fuera del bikini y otra dentro, a soportar una o dos enanas encima, disfruto de otros placeres como cocinar con arena, construir los típicos castillos con el cubito o buscar piedras siguiendo diferentes criterios: "blancas y redondas", "negras grandes", "brillantes", etc.
Si Lucía quiere ver Frozen o Rapunzel otra vez, finjo que es un fastidio, pero en realidad estoy encantada y me siento a ratos con ella para ver entusiasmada la escena en la que Elsa construye el castillo de hielo, que comprendo que a ella la deje con la boca abierta, porque a mí también; y  eso que no la hemos visto en el cine. O la escena de los farolillos de Rapunzel, qué bonito y qué romántico. 



Los dibujos animados televisivos me suelen divertir igualmente. Peppa pig con tantos animalitos, me recuerda, salvando las distancias, a La aldea del Arce, porque allí también convivían familias de diferentes tipos de animales... Sí, Peppa Pig es más simplón y siempre acaban riendo con las patas para arriba, posiblemente después de revolcarse en un charco de barro (me hace gracia, qué chica soy). Ben y Holly con su mundo mágico y ese Caillou con esos papás que nunca se enfadan porque son de Canadá, el Dino tren...Un capítulo de Dora la exploradora me cuesta más trabajo verlo, la verdad. Pero me encanta cuando el zorro quiere robar y todos debemos decir "¡¡Swiper no robes!!" y él desiste con un resignado "¡¡jolín!!".



Flipo, pero mucho, en las jugueterías y librerías infantiles. No me refiero a secciones dentro de grandes almacenes sino a locales pequeños, muy cuidados y, generalmente, educativos, ya formen parte de una franquicia de éxito, ya sean negocios con menos pretensiones. Así que tener niñas pequeñas es la excusa perfecta para entrar y comprar un libro como este y tener muchas ganas de leerlo:


Una ya es mayorcita para comprarse cuadernillos para colorear, así que me gusta cuando Lucía me pide que coloree con ella, lo que pasa es que es muy mandona (perdón, que tiene dotes de liderazgo) y me limita mucho, mientras ella es capaz de pintar tooodo de un mismo color. En fin.
Tengo también la excusa para cantar canciones infantiles y aprender las coreografías. Cuando Lucía juega con su micrófono, siempre le pido que me lo deje y me pongo a berrear alguna canción, imaginándome que canto bien. Si me concedieran el deseo de ser buena en alguna disciplina artística, elegiría cantar o bailar, sin duda. Mejor las dos cosas.
Puedo celebrar mi cumpleaños en un parque sin parecer una caprichosa, porque las niñas lo pasan allí muy bien (excusa). Y planifico visitas al zoo, a una exposición de dinosaurios, al mariposario...
Como madre abnegada que soy, devoro la mitad de las chucherías que le regalan a Lucía en un cumple, ya sea en paquetitos o de una piñata, para que se piquen mis dientes y no los suyos. Ella ya se va dando cuenta y protesta. Qué desagradecida.
Y, sobre todo, aprender, volver a aprender, ver el mundo desde sus ojos, un redescubrimiento constante.





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