Los momentos previos al baño, esos en los que hay que recoger el cuarto y preparar el pijama y ropa interior, son casi siempre frustrantes. Las niñas van muy lentas, se distraen jugando o les sobreviene una sordera momentánea que les impide escucharme. Sin embargo, una tarde fue diferente, fue incluso divertido, tanto para ellas como para mí.
Llevaban un buen rato jugando a las maestras, es uno de los juegos conjuntos en los que raramente se pelean. Una era la directora y otra la subdirectora y se afanaban en tareas de burocracia (las dos sentadas en la mesa de Peppa Pig rellenando fotocopias desechadas del papi), organizaban la jornada y castigaban implacablemente a los alumnos díscolos. Mientras doblaba parte de mi montaña de ropa (los Fragguels Rocks tenían la montaña de basura y yo tengo la montaña de la ropa por doblar), las escuchaba:
- Seño Santi, necesito que te vayas a quinto que ha faltado la maestra.
- Vale, me puedo ir, hoy no tengo mucho trabajo, ¿dónde es?
- Es ahí, a la izquierda.
- Alberto y Adrián se han portado fatal.
- ¡Al despacho de la directora!
(...)
- Tedrán que leer diez libros y estudiar cinco, ese es el castigo.
- ¡Qué buena eres, eres la mejor poniendo castigos!
- Es que llevo ya muchos años en este colegio y sé cómo castigar a los niños que se portan mal.
En fin, que para no cortarles el rollo y que además recogieran felizmente, me metí en el papel de una inspectora de educación. Muy seria y con voz impostada, las llamé y comencé mi visita al centro educativo imaginario. Me paseé por cada una de las estancias de la escuela, siendo inquisitiva e implacable con el desorden. Ellas obedecían con rapidez y muertas de risa. Incluso hice una revisión de la higiene personal, poco ortodoxa, oliendo sus axilas, para señalar que necesitaban una ducha urgente.
Finalmente, el informe sobre su gestión del colegio fue positiva, únicamente quedó expedientado por desorden manifiesto de su despacho el jefe de estudios (papá piofaurio).
Ellas me pidieron que las visitara al siguiente día. Creo que en la realidad las directoras de centros educativos de verdad no están tan ansiosas por que las visite la inspección. A ellas a veces cuesta muy poco hacerlas felices y convertir un rato que suele ser un poquito infernal en un rato divertido. Qué pena que normalmente no está una tan inspirada.