sábado, 5 de enero de 2019

Noches mágicas

V. ha repetido mil veces "no puedo", expresando su dificultad para quedarse dormida. En una noche como esta, tan mágica, las ilusiones dejan paso a veces a los miedos como la posibilidad de que Melchor estuviera enfermo y no pudiese dedicarse a entregar los regalos. L., sin embargo, se ha dormido enseguida, después de dejar todo preparado para recibir a los Reyes como se merecen.







Como mamá que ejerce de paje real, sé que todo irá sobre ruedas, que los Reyes dejarán sus regalitos, que esta noche es y será mágica siempre que queramos. V. ha creído ver sus sombras tras el balcón, están cerca sin duda.

Quería relataros como fue la visita del otro personaje entrañable que dedica su vida a regalar, sobre todo a los más pequeños. Papá Noel. En nuestro país nos visita desde hace poco tiempo (de pequeña a mí me traía un detallito en Nochebuena el mismísimo niño Jesús), pero va ganando terreno con esto de la globalización y se ve que no le importa el trabajo duro ni pasar la noche cruzando fronteras volando en trineo, tiene la ventaja de estar aprendiendo un montón de idiomas nuevos. Papá Noel es todo un experto en la entrega de regalos, además, cuenta con toda una corte de elfos igualmente experimentados  en el arte de entrar sigilosamente en las casa y depositar regalos junto a árboles de Navidad o donde sea posible. En España debe dejar los regalos mientras nos desgañitamos cantando villancicos o nos atiborramos de turrón, así que entiendo que debe esmerarse más en su planificación de entrega de presentes. 

Resulta que mis niñas parecían haber olvidado que el 24 por la noche a lo mejor nos visitaría Papá Noel, por lo que, cuando el día 23 se lo comenté a V. se le iban a salir los ojos de la órbita y empezó a besarme y abrazarme de alegría. Comentamos que seguramente Papá Noel pasaría por Orce y se sentiría cómodo, porque hace casi tanto frío que en Laponia algunas veces. Resulta que la noche del 24, cuando ya casi estábamos en los postres y justo la madrina de L. había reunido a los niños para hacer un nuevo intento de cantar villancicos, tocaron al timbre de la casa. Todos nos sobresaltamos, ¿sería él? V. y el pequeño primo H. salieron disparados hacia la puerta principal y detrás salimos la madrina, L. y yo. La madrina de L. abrió la puerta y ¡no había nadie! Sugirió entonces que bajáramos las escaleras hacia el piso inferior, por si en realidad el timbre que había sonado había sido el de abajo. Bajamos las escaleras, V. atropelladamente, tuve miedo de que se cayera y L. nerviosísima, agarrada a mí, muy emocionada. ¡Qué ilusión! Papá Noel había dejado allí los regalos, L. piensa que el muy pillo tocó el timbre de arriba, pero luego puso los regalos abajo, todo para despistar y dar más emoción a la cosa. Lo consiguió, creo que nunca lo olvidaremos.

Termino de escribir y me voy a la cama, que deben estar al caer...


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