domingo, 10 de febrero de 2019

La inspectora

Los momentos previos al baño, esos en los que hay que recoger el cuarto y preparar el pijama y ropa interior, son casi siempre frustrantes. Las niñas van muy lentas, se distraen jugando o les sobreviene una sordera momentánea que les impide escucharme. Sin embargo, una tarde fue diferente, fue incluso divertido, tanto para ellas como para mí.

Llevaban un buen rato jugando a las maestras, es uno de los juegos conjuntos en los que raramente se pelean. Una era la directora y otra la subdirectora y se afanaban en tareas de burocracia (las dos sentadas en la mesa de Peppa Pig rellenando fotocopias desechadas del papi), organizaban la jornada y castigaban implacablemente a los alumnos díscolos. Mientras doblaba parte de  mi montaña de ropa (los Fragguels Rocks tenían la montaña de basura y yo tengo la montaña de la ropa por doblar), las escuchaba:

- Seño Santi, necesito que te vayas a quinto que ha faltado la maestra.
- Vale, me puedo ir, hoy no tengo mucho trabajo, ¿dónde es?
- Es ahí, a la izquierda.

- Alberto y Adrián se han portado fatal.
- ¡Al despacho de la directora!
       (...)
- Tedrán que leer diez libros y estudiar cinco, ese es el castigo.
- ¡Qué buena eres, eres la mejor poniendo castigos!
- Es que llevo ya muchos años en este colegio y sé cómo castigar a los niños que se portan mal.

En fin, que para no cortarles el rollo y que además recogieran felizmente, me metí en el papel de una inspectora de educación. Muy seria y con voz impostada, las llamé y comencé mi visita al centro educativo imaginario. Me paseé por cada una de las estancias de la escuela, siendo inquisitiva e implacable con el desorden. Ellas obedecían con rapidez y muertas de risa. Incluso hice una revisión de la higiene personal, poco ortodoxa, oliendo sus axilas, para señalar que necesitaban una ducha urgente.

Finalmente, el informe sobre su gestión del colegio fue positiva, únicamente quedó expedientado por desorden manifiesto de su despacho el jefe de estudios (papá piofaurio). 

Ellas me pidieron que las visitara al siguiente día. Creo que en la realidad las directoras de centros educativos de verdad no están tan ansiosas por que las visite la inspección. A ellas a veces cuesta muy poco hacerlas felices y convertir un rato que suele ser un poquito infernal en un rato divertido.  Qué pena que normalmente no está una tan inspirada. 


sábado, 5 de enero de 2019

Noches mágicas

V. ha repetido mil veces "no puedo", expresando su dificultad para quedarse dormida. En una noche como esta, tan mágica, las ilusiones dejan paso a veces a los miedos como la posibilidad de que Melchor estuviera enfermo y no pudiese dedicarse a entregar los regalos. L., sin embargo, se ha dormido enseguida, después de dejar todo preparado para recibir a los Reyes como se merecen.







Como mamá que ejerce de paje real, sé que todo irá sobre ruedas, que los Reyes dejarán sus regalitos, que esta noche es y será mágica siempre que queramos. V. ha creído ver sus sombras tras el balcón, están cerca sin duda.

Quería relataros como fue la visita del otro personaje entrañable que dedica su vida a regalar, sobre todo a los más pequeños. Papá Noel. En nuestro país nos visita desde hace poco tiempo (de pequeña a mí me traía un detallito en Nochebuena el mismísimo niño Jesús), pero va ganando terreno con esto de la globalización y se ve que no le importa el trabajo duro ni pasar la noche cruzando fronteras volando en trineo, tiene la ventaja de estar aprendiendo un montón de idiomas nuevos. Papá Noel es todo un experto en la entrega de regalos, además, cuenta con toda una corte de elfos igualmente experimentados  en el arte de entrar sigilosamente en las casa y depositar regalos junto a árboles de Navidad o donde sea posible. En España debe dejar los regalos mientras nos desgañitamos cantando villancicos o nos atiborramos de turrón, así que entiendo que debe esmerarse más en su planificación de entrega de presentes. 

Resulta que mis niñas parecían haber olvidado que el 24 por la noche a lo mejor nos visitaría Papá Noel, por lo que, cuando el día 23 se lo comenté a V. se le iban a salir los ojos de la órbita y empezó a besarme y abrazarme de alegría. Comentamos que seguramente Papá Noel pasaría por Orce y se sentiría cómodo, porque hace casi tanto frío que en Laponia algunas veces. Resulta que la noche del 24, cuando ya casi estábamos en los postres y justo la madrina de L. había reunido a los niños para hacer un nuevo intento de cantar villancicos, tocaron al timbre de la casa. Todos nos sobresaltamos, ¿sería él? V. y el pequeño primo H. salieron disparados hacia la puerta principal y detrás salimos la madrina, L. y yo. La madrina de L. abrió la puerta y ¡no había nadie! Sugirió entonces que bajáramos las escaleras hacia el piso inferior, por si en realidad el timbre que había sonado había sido el de abajo. Bajamos las escaleras, V. atropelladamente, tuve miedo de que se cayera y L. nerviosísima, agarrada a mí, muy emocionada. ¡Qué ilusión! Papá Noel había dejado allí los regalos, L. piensa que el muy pillo tocó el timbre de arriba, pero luego puso los regalos abajo, todo para despistar y dar más emoción a la cosa. Lo consiguió, creo que nunca lo olvidaremos.

Termino de escribir y me voy a la cama, que deben estar al caer...


martes, 14 de agosto de 2018

El cielo II

Hace unos años, escribía esta entrada que mostraba los temores de Lucía al pensar en la muerte. Tenemos en la familia a Norita afrontando esos primeros pensamientos metafísicos con la misma actitud. El otro día estaba sentada en la trona, frente al plato de comida, llorando porque no quería hacerse vieja e irse al cielo. No la culpo, yo estoy a punto de cumplir cuarenta años y me siento a veces igual, por lo que a veces temo no poder ayudar a mis niñas con esto. 

Victoria también está últimamente pensando en el tema. Seguramente a ella también le preocupa, pero por ahora lo afronta de otra manera. Hace unos meses íbamos las tres en el coche y de pronto me soltó; "mamá, tú te vas a hacer vieja, vieja y te vas a morir", pero con un tono bastante despreocupado. Su hermana se pone enferma cuando dice esas cosas y le suplica que no lo haga: "Victoriaaaa". Como a mí, a la babu, al papu, a su papá, a la abuela Lola, a todos nos va enterrando y nos lo notifica antes. Y no entiende que Nora se preocupe, porque el papu le dijo que cuando vayan al cielo ya estará toda la familia allí esperándolas y ella ya está tan conforme. Además, tiene pensado que tanto ella como yo vivamos cien años, y creo que todos a los que quiere. 

Hace precisamente unos meses murió la abuelita Ginesa, su bisabuela, la abuela de papá piofaurio. Mis niñas han tenido bastante contacto con ella cada vez que hemos visitado el pueblo. Por cierto, ya el pueblo no es lo mismo sin ella, se nota mucho su ausencia. Por eso, Victoria saca bastante el tema y se nota que reflexiona y en cualquier momento nos comenta sus dudas o directamente emite una sentencia. Hace poco preguntó en una cena que por qué la abuelita Ginesa necesitaba pañales. 

Lo que más me enterneció fue un día en que su hermana buscaba en Google maps (Lucía a veces busca, por ejemplo, París y la Torre Eiffel) y ella la secundó y movía su dedito arriba y abajo. Le pregunté qué buscaba y me contestó que Irlanda (of course, antes de ir, que allí está su madrina, ya debe haber saciado más su curiosidad después del viaje) y también al lugar donde estaba la mama Yeya ( así es como papá piofaurio llama a la abuela Ginesa) que, según ella, debía estar cerca del cielo.